¿Cuando comienza la relación arte y moda?
En la historia ha habido momentos clave en los que se evidenciaron estas conexiones. En la época del movimiento del diseño, llamada Art Déco (1920-1939), la moda influyó en el arte. Europa tenía una economía próspera y de gran lujo en el vestir. París era la capital de las tendencias con casas como Lanvin, Poiret o Paquin, entre otras. Pintores como George Barbier, Etienne Drian o Armand Valle, elaboraron maravillosas ilustraciones de moda que fueron obras de arte.
Con la modernización de la sociedad en el siglo XIX, los avances técnicos y la prosperidad de la burguesía, comenzó a apreciarse la moda como algo más, como una muestra de sofisticación asociada a la cultura y cercana al arte.
El Museo de Arte Moderno de Viena (Mumok) alberga hasta el 23 de septiembre en la capital austriaca la muestra Reflecting Fashion: Kunst und Mode seit der Moderne (Reflejando la moda: arte y moda desde el modernismo), una exposición que documenta la colaboración entre ambos campos creativos desde hace más de 100 años, con un claro hermanamiento a partir de la década de los ochenta que continúa en el presente.
Huyendo de la opresión del corsé
Entre los primeros testimonios de que algo estaba cambiando en el modo de afrontar el diseño de moda están las creaciones de Gustav Klimt y Emilie Flöge (su eterna compañera), que a finales del siglo XIX crearon amplias túnicas para hombres y mujeres, inspiradas en los principios liberadores del modernismo, que huía de la opresión del corsé o de cualquier prenda que condicionara el movimiento y las formas naturales.
El futurista italiano Giacomo Balla no condena la moda y quería incorporarla en la practica artística, argumentando que el futurismo debía actuar sobre todas las esferas de la vida, y el vestido era indispensable que evolucionara. Por ello, Balla diseñó en 1914 trajes para hombres como figuras geométricas y tonos vivos.
En el traje antineutro se pone de manifiesto el movimiento futurista (1914) se rebelaba contra "los colores neutros, agradables y apagados (...) las rayas, los cuadros y los pequeños puntos".
Es importante destacar que, al menos en los años previos a la segunda guerra mundial, los diseños de trajes futuristas eran sólo masculinos, ya que algunos críticos señalaban al futurismo como un movimiento despreciativo hacia la mujer.
El atuendo del futurismo debía tener "patrones dinámicos" como triángulos o espirales, que demostraran el gusto por el riesgo, la velocidad y el peligro del que hacía gala el movimiento vanguardista.
Paralelamente a los futuristas, en la época de la primera Guerra Mundial, Sonia Delaunay (1885-1979), pintora y diseñadora franco-rusa y esposa del pintor Robert Delaunay también se inclinó hacia el diseño de modas. Sonia se diferenciaría de su marido por compaginar los pinceles con las agujas de bordar, la decoración de interiores o el diseño de moda, convirtiéndose en una artista multidisciplinar, interesada en plasmar el lenguaje vanguardista sobre los más variados soportes, con vivos colores y técnicas diversas que recuerdan sus orígenes rusos.
Delaunay, siguió con la idea de crear la imagen de la mujer moderna, con motivos abstractos sobre textiles, un reclamo artístico sobre una prenda de vestir.Sus primeras creaciones revelan la búsqueda de un arte total e ilustran su voluntad de conseguir que la estética del simultaneísmo llegue a la cultura popular. En este contexto, en el que moda, pintura y vanguardia están estrechamente ligadas, nace el “vestido simultáneo” con el intento de renovar la estética urbana a través del color. Con su provocadora asociación de color y mezcla de tejidos, causan sensación y se convierten en “reformadores de la manera de vestir


Sonia es recordada como una de las primeras diseñadoras que incorporó figuras geométricas en vestidos y trajes de baño. A partir del primer diseño, en 1911, alternó pintura y moda en su obra.

Por otra parte, los Delaunay también se relacionaron con poetas vanguardistas como Ramón Gómez de la Serna o Guillermo de la Torre. Por este motivo, Sonia decidió decorar las paredes de su casa con poemas de sus muchos amigos poetas, como el mural “abanico-poema” de Gómez de la Serna (1922). En su deseo de rebasar los límites de las artes, Sonia también diseñó “vestidos-poema”.

Finalmente, Sonia Delaunay continuó trabajando y colaborando en la promoción del arte abstracto. En 1964, tras la donación de un centenar de obras suyas y de Robert, se convirtió en la primera mujer viva a la que se le honraba con una exposición en el Museo del Louvre.
'Larga vida a la moda - perezca el arte'
En 1937, entre las dos guerras mundiales, los diseñadores estaban fascinados con el surrealismo. El trabajo entre los creadores de la moda y los artistas le dio a la primera otro rango, un nivel más elevado. El surrealista Max Ernst comunicaba algo más que provocación con el lema Fiat modes-pereat ars (Larga vida a la moda - perezca el arte).
La diseñadora Elsa Schiaparelli siempre definió que para ella " La moda que no se hace para las masas no es moda, pues muere al nacer" creó el vestido de langosta (Lobster Dress) en 1937, con la colaboración de Dalí. Es un vestido de seda blanco con un cinturón rojo con una langosta gigante en la delantera, pintada por el maestro surrealista.
El vestido se hizo famoso y se volvió un icono cuando Wallis Simpson lo usó para una sesión de fotos en el castillo Candé, antes del revuelvo que fue su casamiento con Eduardo VIII de Inglaterra, quien renunció al trono para casarse.

Wallis no se destacaba por su belleza pero era una de las mujeres más elegantes del momento e hizo esto con el fin de mejorar su imágen pública ya que era una mujer plebeya y divorciada. Sin embargo, las declaraciones de Dalí develando que la langosta era para él un símbolo sexual terminó hundiendo mucho más la reputación de la pobre Wallis
El pintor de Cadaqués diseñó portadas para la revista Vogue y se mostró complacido con el resultado del vestido de noche de Schiaparelli. El Pop Art y el movimiento Fluxus acercaron a los artistas a la moda, el glamour y el negocio. Andy Warhol combinó la producción artística con un poder de influencia sobre la moda. La japonesa Yayoi Kusama o el búlgaro Christo desarrollaron a mediados de los sesenta performances con aparatosos vestidos.


La muestra, con 300 obras entre pinturas, bocetos, dibujos, textiles, vídeos y fotografías, también entra en las colaboraciones internacionales de prestigio que artistas y diseñadores llevan produciendo desde los años ochenta. La fotógrafa Cindy Sherman ha trabajado con Comme des Garçons, Issey Miyale y Balenciaga. La artista suiza Sylvie Fleury se atrevió en 1999 a diseñar para Hugo Boss un vestido basado en los trajes de pilotos de carreras, también incluido en la exposición.

Finalmente, es un auténtico regalo visitar un museo de arte contemporáneo que le dedica un espacio a la moda y comprobar que no se trata de otra maniobra de marketing estratégico-estético llamada a atraer al 'fashionismo' del consumo. En el Mumok de Viena han sabido poner en pie una exposición, 'Reflecting Fashion' que reclama a la 'intelligentsia fashion', aquellos que saben mirar y entresacar las referencias culturales que subyacen en las propuestas artísticas que toman los materiales de la moda.
De hecho, ha contado con el asesoramiento de una de las mayores sabias en la materia, la directora y comisaria jefe de The Fashion Institute of Technology, Valerie Steele, una intelectual de las pasarelas y doctora de Historia centrada en la investigación de la moda. Una de las personas que sabe por qué nos vestimos como nos vestimos.
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