Los elementos característicos del arte del Quattrocento se encuentran en la moda que es elegante y refinada,
sobria, luminosa, lineal. Se adapta y exalta a los hombres y las mujeres que
viven en el mundo imaginado por los humanistas, en la ciudad ideal concebida
por los nuevos arquitectos.
Cuando el antiguo sistema feudal que prevaleció durante mucho
tiempo se desmorona en toda Europa, con consecuencias importantes en todos los
ámbitos, cuando la actividad comercial del Trecento se consolida, los banqueros ricos y poderosos van a
sentar las bases de las futuras señorías. Harán decorar sus casas, todavía sin
muebles, con decoraciones diversas, cambiarán también la forma de la
indumentaria en particular la de los hombres: se utiliza el jubón acolchado
(zuparello) con mangas amovibles, acuchilladas o rasgadas para dejar ver la
camisa u otro tejido en su parte interior.
En invierno se llevaba una casaca (giornea) o un abrigo con
mangas abullonadas. Las mujeres llevaban para las grandes ocasiones vestidos
con una larga cola. Esta “cola” indignaba a los predicadores y a los
legisladores que querían acortarla. San Bernardino de Siena estimaba que hacía
parecer a la mujer a un animal “fangoso en invierno, polvoriento en verano”.
Comparaba este apéndice a una “escoba de bruja, un incensario infernal”. Los
que contravenían las leyes suntuarias tenían que pagar fuertes multas que se
inscribían en los registros apropiados.
Dos damas florentinas en el fresco “El Matrimonio de la Virgen” de Domenico Ghirlandaio, siglo XV, (Florencia, Santa Maria Novella)
A pesar de la promulgación regular de leyes suntuarias contra los gastos innecesarios, sobre todo los de la vestimenta, el lujo conservaba una irresistible atracción. De la misma manera que los palacios, los caballos y las carrozas, la ropa respondía al deseo de brillar en sociedad. Se buscaron nuevos tejidos preciosos.
En el siglo XV, la seda suplantó a la lana, más humilde y usual, que había enriquecido Florencia en la Edad Media donde sus tejidos ligeros no trabajados como el tafetán, o espesos como el terciopelo, los brocados con hilos de oro, el damasco, se pusieron de moda.
El nacimiento de la Virgen, c.1465, Fra Carnevale, (Nueva York,
Metropolitan Museum)
Retrato de joven, c.1495, escuela de Domenico Ghirlandaio, (San Marino,
California, The Huntington
Library). El hombre lleva una túnica roja sin mangas (giornea) y lleva un gorro
(beretta) de color rojo intenso.
Más tarde, Leonardo de Vinci presintió que la
ropa acabaría por “abrazar la forma del cuerpo con gracia y sencillez sin
aplastarlo con pliegues artificiales”. Como antaño, se apreciaba el color (el
empleo de nuevos colorantes). En Florencia, se prefería el tejido rosado. Cosme de Médicis gustaba
decir que “dos varas de tela rosada” distinguían al hombre de bien y convertían
al burgués en engreído pero elegante. En el XVI se difundió la moda del color
negro; lanzada al origen en Venecia, después evocando España, dominaba en el
siglo siguiente.
Grupo de hombres en el fresco “Joaquín expulsado del Templo” de Domenico Ghirlandaio, siglo XV, (Florencia, Santa Maria Novella).
Los sastres ejercieron un rol muy modesto, casi marginal, y pagaban pocos impuestos. No fueron representados ni siquiera por una corporación independiente. Al finalizar el siglo XIII, formaron parte del arte de los ropavejeros junto con los lineros (industria del lino).
En el siglo XIV, se asociaron con los tintoreros y cardadores, y después, nuevamente en 1415, se los encuentra con los ropavejeros y lineros. Su oficio no recibe sus letras de nobleza que en el siglo XVI, cuando la moda exigió tener conocimientos de corte.
En el siglo XIV, se asociaron con los tintoreros y cardadores, y después, nuevamente en 1415, se los encuentra con los ropavejeros y lineros. Su oficio no recibe sus letras de nobleza que en el siglo XVI, cuando la moda exigió tener conocimientos de corte.
Retrato de un hombre (El sastre), c. 1570, Giovanni Battista Moroni, (Londres, National Gallery).
Esta representación sobria y
afable de un sastre en su trabajo es sin embargo única en su género. El sastre
se dispone a cortar un tejido negro español entonces a la moda. Lleva unas
calzas acuchilladas de tejido rojo y un jubón beige menos a la moda, pero
realzado sin embargo con una gorguera española.
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